Homenaje en memoria a SAMBA MARTINE
Jamás olvidaremos aquel mediodía caluroso de junio de 2012. Jamás podremos dejar de recordar aquel grito desgarrado de Clementina, su mamá, que abrazada al cajón cerrado repetía una y otra vez “Yo que te di la vida, yo que te vi crecer y ahora ni siquiera puedo despedirte”.
Hay imágenes que nos acompañarán por siempre. Un legado de memoria colectiva que desde la sociedad civil movilizada llevamos con orgullo por Samba y todas las Sambas, por los Idrissa, por los Aylan, por los Alpha Pam y por todos los nombres e historias que se esconden tras el número de víctimas que van dejando las políticas de fronteras de esta España impune.
Hoy estamos aquí las y los mismos, quienes celebramos la vida sobre el olvido, la Justicia sobre la impunidad, la libertad sobre sus cárceles racistas. Los ausentes, los carceleros, los que desde la política persisten en defender estas cárceles, los que se lucran con el encierro de personas inocentes, no estuvieron cuando Samba se moría, no están ahora ni se les espera. Pero a ellos también interpelan las víctimas de las fronteras, no es posible escapar tan fácilmente.
Samba Martine nació en la República Democrática del Congo. No sabemos demasiado de su vida, sí que el camino a Europa lo emprendió acompañada de su marido y su hija Binjou, que por entonces tendría unos ocho años. Su destino era Francia, donde vivían unos familiares. Cuando llegan a Marruecos, y como sucede tantas veces, las familias deben separarse para enfrentar el monstruo de la frontera y así Samba, sola, consiguió llegar en patera a Melilla, donde fue ingresada en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) y tras unos meses trasladada a la península e internada en el Centro de Internamiento de Madrid. Del marido de Samba se pierde la pista, no se han tenido noticias desde entonces y todo parece indicar que ha sido otra víctima mortal de las fronteras. La niña, Binjou, vive en Francia con unos familiares.
Mientras estuvo en el CETI de Melilla se le realizaron dos análisis de sangre, ambos demostraron que Samba era portadora del virus VIH. No hubo medicación, no hubo medidas preventivas, no hubo ni siquiera un informe que acompañara su traslado a Madrid.
Así fue como Samba llegó al CIE de Aluche, probablemente esposada, pues esposadas eran trasladadas, al menos en aquel entonces, las mujeres subsaharianas procedentes de Melilla, como si de peligrosas delincuentes se tratara. Mujeres dignas cuyo única culpa es ser pobres y buscar una vida mejor.
Ya al día siguiente de su ingreso, Samba pidió ir al médico porque se encontraba mal. Tal y como está documentado, al menos en diez ocasiones más durante los 38 días que estuvo encerrada en el CIE solicitó asistencia médica, sin que a pesar de su insistencia se indagaran las razones de su mal estado de salud, claramente perceptible a los ojos de sus compañeras.
Por un informe de Cruz Roja se ha sabido del abandono y el trato inhumano dispensado a Samba los días que precedieron a su muerte. Leo tan sólo un breve extracto:
[…] El domingo 18 de diciembre, sobre las 9:30 horas, una de las mediadoras observó cómo dos internas ayudaban a Samba a subir las escaleras para acceder al servicio médico. Apenas podía tenerse en pie. El doctor aún no había llegado a la consulta, la enfermera le suministró un ansiolítico. ..Nuevamente, fue ayudada por sus compañeras para bajar hasta la sala, donde se tumbó en el suelo. No vio al médico.
Por la tarde, la mediadora notó que su estado había empeorado. Estaba tumbada en el suelo, tapada con mantas y quejándose del humo de la sala que le impedía respirar. Cabe destacar que cuando las internas fuman no salen al patio, sino que lo hacen en la sala, en la que pasan parte del día, provocando un ambiente irrespirable y nocivo.
La mediadora subió al servicio médico para informar a la enfermera del empeoramiento de Samba. La sanitaria refirió que no podía hacer nada más…. Tiempo después, la mediadora insistió nuevamente, sin éxito….
Ante esta situación, las internas manifestaron al equipo de Cruz Roja, sus quejas al respecto de la atención del servicio médico en relación a esta mujer, y demandaron al equipo de Cruz Roja papel y sobres ya que querían escribir una carta al juzgado de control, manifestando que pese a que Samba había sido atendida por el doctor en diversas ocasiones (y otras por enfermeras), nunca había sido derivada al hospital, y su estado de salud se había visto empeorado notablemente en los últimos días. […]”.
Al día siguiente, ante su estado crítico y con unas formas totalmente inadecuadas, fue trasladada al Hospital, donde murió a las pocas horas de su ingreso. En su ficha de ingreso se había hecho constar: “procedente de prisión”.
El informe es revelador. También los testimonios que oportunamente pudimos recoger entre otras internas de quienes lamentablemente no volvimos a saber. Samba murió sufriendo, por momentos sin siquiera poder acostarse de los fuertes dolores que le aquejaban. Nadie hizo nada.
¿De verdad alguien puede pensar que éste es el trato que merece un ser humano, sea blanco o negro, venga del norte o del sur? Denunciamos a los gobiernos crueles y mezquinos que levantan muros, que destrozan familias, que obligan a emprender peligrosos caminos. Denunciamos a nuestros gobernantes y a los partidos políticos que en Gobierno o en oposición se siguen negando, como en Madrid, a declarar nuestras ciudades libres de Centros de Internamiento de Extranjeros y de redadas racistas.
Nos negamos a que su indiferencia nos siga alejando de lo más humano y acercándonos a la barbarie. Resistimos a su olvido con nuestra perseverancia, a su silencio con nuestras voces. No podemos tolerar que más Sambas agonicen en el frío suelo de un CIE.
Por eso exigimos el cierre de los Centros de Internamiento. Cuando el Estado priva de libertad a una persona se convierte en garante de su vida y del resto de sus derechos y si –como viene ocurriendo el Estado no está en condiciones o no tiene voluntad de garantizarlos el encierro es totalmente ilegitimo.
Los gobiernos de uno y otro signo han demostrado muy escaso interés por preservar los derechos de las personas migrantes y las pocas e insuficientes reformas que se han introducido, producto de largas y costosas reivindicaciones, ni alcanzan ni se están implementando.
Los CIE no son algo aislado. Son una pieza más de una implacable maquinaria de guerra desproporcional y despiadada contra las personas migrantes. Alambradas coronadas de cuchillas, pelotas de goma y botes de humo, redadas racistas, fronteras y más fronteras, físicas unas veces, otras invisibles, la indiferencia, el racismo , los vuelos macro o las tenebrosas expulsiones exprés, los centros de internamiento y los centros de estancia temporal… un insoportable despliegue de violencia ejercida por los estados unas veces al margen de la ley y otras a su amparo. Una forma criminal de gobernar por la que algún día –seguro- Europa tendrá que pedir perdón.
El perdón que en aquel verano de 2012 pedimos a Clementine por no haber podido salvar a su hija, ni siquiera por haber podido garantizarle que muriera siendo llamada por su nombre y no por el número con que gustan cosificar a las personas: 3106 era el asignado a ella.
El recuerdo de Samba nos convoca hoy, y tenemos la obligación moral de preservar su memoria y la de las miles de personas que cada año mueren a consecuencia de la política de fronteras españolas y europeas.
Pero sobre todas las cosas venimos a alzar la voz para pedir Justicia tras 5 años de impunidad. Queremos que las y los culpables de su muerte paguen por su intencionada desidia. Le prometimos a Clementine que cerraríamos esas cárceles racistas y hoy nos reafirmamos en ello. Nos comprometimos a ser dignas y dignos de nuestras luchas y aquí seguimos, de pie contra el olvido.