Construir sin perder la memoria
La convocatoria en Madrid para la jornada del #27FPasajeSeguro de la que formamos parte, ha ido ganando en el correr de los días amplias cuotas de adhesión no solo de la ciudadanía, sino también de partidos políticos y sindicatos que tradicionalmente han legislado o avalado las políticas de extranjería y asilo que desde hace al menos 3 décadas condenan a miles de personas migrantes que llegan a nuestro país a situaciones de auténtica desesperación, cuando no persecución, detención y expulsión a sus países de origen o –incluso– a terceros países.
Ante esta peculiar situación y atendiendo a que necesitamos de todas las fuerzas posibles para torcer las posturas de la Unión Europea, estamos dispuestos a sumar fuerzas. Pero también llamamos a hacer un ejercicio responsable de memoria sobre las políticas que nos han traído hasta aquí y a exigir a los partidos compromisos firmes ahora que o forman gobierno en diferentes ayuntamientos o comunidades, o están pretendiendo ser gobierno y, por ende, tendrán que decidir sobre todas estas políticas.
Vamos a ser claros, no se llega a los 60 millones de personas desplazadas en el mundo por casualidad, mucho menos se producen las miles de muertes en el Mediterráneo por razones de una selección natural, sino a consecuencia de políticas represivas de control que en el caso del Estado español desde mediados de los años ‘80 han tenido al Partido Popular (PP) y al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) como sus máximos defensores. Han sido sus decisiones políticas (más el voto de diversos partidos minoritarios: Coalición Canaria, PNV, CIU, etc.) parte fundamental del problema.
Desde la primera Ley de Extranjería (1985) impulsada por el Gobierno de Felipe González se plantea la idea de encerrar a las personas migrantes por no tener su situación regularizada. De allí en más, ambos partidos han inaugurado, defendido y justificado la existencia de los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE), auténticas cárceles de la vergüenza sobre las que recaen denuncias de torturas, maltratos, abusos, hacinamiento y muertes. Siempre sin responsables, siempre con estos gobiernos negando o minimizando las denuncias de la sociedad civil.
También ambas formaciones han puesto concertinas, les han llamado “ilegales” y les han dicho que el único camino que tenían era “volverse a su país”. Han ordenado redadas masivas en nuestros barrios, deportaciones violentas e incluso, a nivel europeo, en 2008 votaron conjuntamente la Directiva del Retorno (más conocida como Directiva de la Vergüenza) que permite expulsar a menores no acompañados, la ampliación hasta 18 meses de las detenciones en CIE por estancia irregular y la expulsión a terceros países.
Hace dos años fue la matanza del Tarajal, en Ceuta, un hecho bastante similar a los sucesos de Octubre de 2005 cuando estando con el partido Socialista en el gobierno fueron asesinados a tiros una decena de migrantes en el intento de saltar la valla. Como siempre, la única culpa fue de Marruecos, como si no existieran convenios millonarios para que el vecino país haga de gendarme de nuestras fronteras.
La familia del pequeño Aylán, no habría podido pedir asilo en una embajada española porque en la última Ley de Asilo (2009) aprobada por el gobierno socialista con el apoyo del PP, se coartó la posibilidad de hacerlo. Aquel gobierno de Zapatero acompañó esa modificación con dos medidas más que atentaban contra los derechos de las personas refugiadas: solicitar visado de tránsito a los ciudadanos sirios que llegaran a España rumbo a otros destinos (para impedir que pidieran asilo en nuestros aeropuertos), y a los solicitantes de asilo en Ceuta y Melilla prohibirles el paso a la península hasta tanto se resolviera su solicitud, lo que redujo enormemente el número de solicitudes. Hoy, a 6 años de aquella Ley, seguimos esperando la redacción del correspondiente reglamento, vital para la aplicación de muchos de los derechos allí legislados.
La lista de medidas es interminable. Fundamentalmente ocultas bajo la complejidad de una legislación que siempre obtuvo el beneplácito de los sindicatos mayoritarios. El sistema de control migratorio fue siempre de la mano de regulaciones laborales y junto a ellas la posibilidad de generar una mano de obra barata y atemorizada.
Pero las personas refugiadas ya están aquí y es hora de ponernos a trabajar sobre este presente sin esperar un futuro hipotético en el que llegarían reubicadas de otros países. Sólo en nuestra red en los últimos 5 meses hemos atendido en Madrid a casi 3000 personas y muchas de ellas han decidido quedarse en nuestra ciudad y en otras de toda España.
Garantizar sus derechos depende de todas las administraciones. Hay quienes quedan en situación de calle cuando se acaban las llamadas ayudas en segunda fase. Familias desesperadas a las que la integración se les convierte en una perversa utopía. Jóvenes que no pueden continuar sus estudios ni trabajar, a quienes ni siquiera se les brinda la posibilidad de acceder a una enseñanza del castellano dada por profesionales. En definitiva, no podemos seguir reduciendo sus expectativas de vida a la mera supervivencia.
Se necesita una nueva legislación –o al menos el reglamento de la Ley- y en eso, si los partidos de siempre realmente han cambiado sus posturas, tienen mucho que decir y que hacer. También es necesario terminar con las identificaciones racistas en nuestras calles (ayer sin ir más lejos, dos personas que estamos atendiendo en la red fueron frenadas por la policía por simple aspecto de no ser de aquí ¿es eso seguridad o persecución?) y cerrar los CIE. Si no pueden andar sin que sus rasgos sean motivo de intervención policial, difícilmente puedan ser parte de esta sociedad en la que vivimos. “Wellcome Refugees” debe ser mucho más que un bonito lema.
Hay que eliminar las concertinas, terminar con las devoluciones en caliente, garantizar la universalidad en la atención médica, desligar los derechos humanos de las condiciones laborales. Se es persona y por ende se tienen derechos antes de ser mano de obra.
Construir sin perder la memoria, de eso se trata. La única forma de cambiar el rumbo de esta historia.
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